EL UNIVERSAL
martes 30 de noviembre de 2010
Son cinco saltos en tres meses. Cuatro diurnos y uno nocturno. Pero quien no los haga debe permanecer con las mangas largas mientras sus compañeros paracaidistas, hace rato, las llevan remangadas. Por eso cuando lo ven le dicen: Rajucho.
Los cobardes saben bastante sobre el miedo. Viven atemorizados. Fanfarronean para mostrarse aguerridos. Insultan, desprecian y mienten. En su fuero interno, con la cabeza en la almohada, libran batallas ficticias. Se enferman con delirios persecutorios y atormentan a todo el mundo. Por lo general son elementos desfavorecidos por la naturaleza. Paradójicamente, sufren de la más grosera vanidad. Así, cada mañana, detestan la imagen que les devuelve el espejo. Se ensañan contra la humanidad porque creen que les debe algo. En sus vísceras cargan el engendro del odio.
De vez en cuando, según la historia, alguno de estos ejemplares consigue transformarse en alguien atrayente para las masas. Se conecta desde las carencias. Manipula el rencor padecido durante años. Repite la promesa irrealizable de Marx, según la cual, la vida discurrirá en un reino sin clases. Monta sistemas costosos para sentirse protegido. Se rodea de pusilánimes que colaboran con él. Le obedecen, lo adulan, le temen. De pronto, la corrupción socava las bases de la sociedad. No gobiernan, no administran el Tesoro Público. Las calles, avenidas y autopistas se llenan de cráteres lunares o se derrumban. La educación es mediocre. El sistema de salud es miserable. La inseguridad arroja saldos bélicos. El desempleo y la inflación estancan la economía. Violan la propiedad privada. Ocurren apagones sin explicación…
Lo que no dice la historia es que semejante realidad cuesta casi $3.000 ¡por segundo! Mucho menos que el principal responsable sea un Rajucho más.
Los cobardes saben bastante sobre el miedo. Viven atemorizados. Fanfarronean para mostrarse aguerridos. Insultan, desprecian y mienten. En su fuero interno, con la cabeza en la almohada, libran batallas ficticias. Se enferman con delirios persecutorios y atormentan a todo el mundo. Por lo general son elementos desfavorecidos por la naturaleza. Paradójicamente, sufren de la más grosera vanidad. Así, cada mañana, detestan la imagen que les devuelve el espejo. Se ensañan contra la humanidad porque creen que les debe algo. En sus vísceras cargan el engendro del odio.
De vez en cuando, según la historia, alguno de estos ejemplares consigue transformarse en alguien atrayente para las masas. Se conecta desde las carencias. Manipula el rencor padecido durante años. Repite la promesa irrealizable de Marx, según la cual, la vida discurrirá en un reino sin clases. Monta sistemas costosos para sentirse protegido. Se rodea de pusilánimes que colaboran con él. Le obedecen, lo adulan, le temen. De pronto, la corrupción socava las bases de la sociedad. No gobiernan, no administran el Tesoro Público. Las calles, avenidas y autopistas se llenan de cráteres lunares o se derrumban. La educación es mediocre. El sistema de salud es miserable. La inseguridad arroja saldos bélicos. El desempleo y la inflación estancan la economía. Violan la propiedad privada. Ocurren apagones sin explicación…
Lo que no dice la historia es que semejante realidad cuesta casi $3.000 ¡por segundo! Mucho menos que el principal responsable sea un Rajucho más.
Enlace a la publicación original http://bit.ly/hcmjeV
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